Los propietarios de American Bully XL han expresado su preocupación y consternación por la decisión del primer ministro Rishi Sunak de prohibir la raza. La decisión se produce tras una serie de ataques mortales, incluido el que se cobró la vida de Ian Price, de 52 años. Sunak describe a estos perros como un "peligro para nuestras comunidades, especialmente para nuestros niños". Asociaciones como Bully Watch y Protect Our Pets también ven esta raza como una “amenaza inminente para la salud pública”.
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Sin embargo, organizaciones como la RSPCA y muchos dueños de perros argumentan que las prohibiciones basadas en razas no son la solución. Charlotte Towner, propietaria de un American Bully XL llamado Coco, cree que estos perros no son más agresivos por naturaleza. Para ella, se trata más de la responsabilidad de los dueños que del comportamiento innato del perro.
Jordan Shelley, otro propietario de American Bully XL, sugiere introducir programas de licencia y entrenamiento para todas las razas. Para él, educar a los propietarios y regular la posesión podría ser la clave para prevenir ataques. Serena Norton, propietaria de cuatro American Bully XL, está de acuerdo y enfatiza la importancia de entrenar al perro desde una edad temprana.
Pero no todos comparten esta opinión positiva sobre la carrera. Ira Moss, de la asociación All Dogs Matter, informa de un aumento en las llamadas de propietarios abrumados por el tamaño y la fuerza de sus American Bully XL. Para ella, ha llegado el momento de que el gobierno intervenga y aboga por una regulación estricta de la publicidad online relativa a esta raza.
Emma Whitfield, tras perder a su hijo en el ataque de un American Bully XL, reconoce que puede haber “buenos perros” dentro de la raza. Sin embargo, lamenta el número desproporcionado de accidentes atribuidos a estos perros, a diferencia de otras razas. Según ella, esta tragedia es consecuencia de la irresponsabilidad de determinados criadores y propietarios.
En conclusión, aunque la prohibición ha provocado fuertes reacciones, el debate sobre la convivencia segura entre humanos y esta raza de perro está lejos de terminar. La formación, la educación y la regulación podrían ser las claves para garantizar una convivencia pacífica.