Presentadora brasileña confunde su canal en vivo

En el mundo altamente competitivo de la televisión brasileña, donde cada canal defiende ferozmente su territorio, una simple palabra puede tener un impacto considerable. El incidente ocurrió a finales de la semana pasada, mientras los espectadores del programa “periódico récord" fue testigo de un momento de pura improvisación, lejos de guiones ensayados. Estos momentos de vulnerabilidad, aunque fugaces, ofrecen una visión poco común de los desafíos diarios que enfrentan los profesionales del aire.

Mientras presentaba próximos programas deportivos, Mariana Godoy, reconocida figura del periodismo en el canal Récord, anunció la transmisión de un partido de fútbol crucial para la afición. Era el cartel Vasco versus Fluminense, previsto para el lunes siguiente. Fue en ese preciso momento cuando se produjo el desliz: el presentador declaró que el encuentro se retransmitiría “aquí en Globo", antes de corregir inmediatamente su frase para nombrar el canal correcto, Record. Sin embargo, la velocidad de la corrección no fue suficiente para evitar que el incidente se extendiera.

La reacción en el set fue rápida. El copresentador, Edu Ribeiro, no pudo ocultar una expresión facial elocuente, mezcla de sorpresa y diversión ante la torpeza verbal de su colega. Este intercambio no verbal, captado por las cámaras, ayudó a darle una dimensión humana al evento. El malestar de Mariana Godoy era palpable, ilustrando la presión constante que pesa sobre los hombros de los periodistas en vivo, donde cada segundo cuenta y donde el más mínimo error puede ser amplificado por las redes sociales.

Este episodio se desarrolla en el contexto de una feroz rivalidad histórica y económica entre los dos gigantes audiovisuales. Por un lado, TV Globo, un peso pesado en el panorama mediático brasileño. Del otro, Record TV, perteneciente a la Iglesia Universal del Reino de Dios y dirigida por el obispo Edir Macedo, que ha construido a lo largo de décadas una alternativa sólida y competitiva. Esta competencia influye no sólo en las estrategias de programación sino también, de forma más sutil, en el inconsciente colectivo de los profesionales del sector.

Más allá de la anécdota, este desliz lingüístico plantea interrogantes sobre la psicología del trabajo bajo presión. Los especialistas en comunicación podrían ver esto como un “acto fallido”, donde el nombre del canal más dominante e históricamente anclado en el panorama cultural brasileño se impone de manera casi natural. Esto no refleja necesariamente una preferencia personal, sino más bien la fuerza de la costumbre y la notoriedad institucional en la mente del público y, a veces, incluso entre los propios competidores.

La viralidad de la secuencia, compartida masivamente en plataformas digitales, demuestra el apetito del público por estos momentos de desestabilización de los medios tradicionales. Lejos de dañar permanentemente la credibilidad de la periodista, este episodio humanizó su presencia en la pantalla. Nos recuerda que, a pesar de la perfección técnica buscada, la televisión en vivo sigue siendo un ejercicio peligroso, dependiente de los humanos y sus defectos. El público parece apreciar esta autenticidad, creando paradójicamente un vínculo de proximidad más fuerte con los presentadores.

Para Mariana Godoy, esta experiencia, aunque bochornosa en su momento, ahora forma parte de los azares del trabajo. Se suma a la larga lista de lapsus idiomáticos de los medios de comunicación que, en retrospectiva, a menudo sirven como estudios de caso en la formación periodística. El incidente fue digerido por la maquinaria mediática y la presentadora continuó su trabajo sin mayores consecuencias, reforzada por la comprensión del público de las exigencias de su profesión.

En última instancia, este episodio va más allá de simples noticias y cuestiona la naturaleza del desempeño de los medios. Pone de relieve la tensión permanente entre el control editorial y la inmediatez de las retransmisiones en directo, entre la imagen corporativa y el individuo que la porta. En un país donde la televisión sigue siendo un medio central, estos microeventos participan en una narrativa más amplia sobre nuestra relación con las pantallas y quienes las animan, revelando que la mayor fortaleza de un canal tal vez resida en la capacidad de sus rostros para encarnar la autenticidad, incluso imperfecta.